ABC Madrid, July 23, 2016

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Cultura - Música

Elvis Costello, la exquisita ironía aplicada a la propia vida

El músico británico publica sus pormenorizadas memorias en "Música infiel y tinta invisible"

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Pablo Martínez Pita

Empieza a ser raro el músico veterano que no se decide a escribir sus memorias. Las hay de todo tipo: las que reflejan los excesos sobrehumanos de las estrellas del rock, como las de Keith Richards, Ozzy Osbourne o Steven Tyler; las sesudas como las de Bob Dylan; las rencorosas (Morrissey) y las que sirven de exorcismo emocional, como las de Eric Clapton o Pete Townshend. Le ha tocado el turno a Elvis Costello, y el resultado tiene un alto valor literario. Al fin y al cabo, se trata de uno de los grandes letristas del pop británico, autor de canciones como «Alison», «Oliver’s Army», «Man Out Of Time» o «She», requerido por el mismísimo Paul McCartney para poner letra a sus canciones.

Esta última circunstancia, tener buena pluma para el pop, no garantiza un libro ameno, sobre todo cuando nos enfrentamos a 800 páginas. Pero sí, Declan MacManus (Londres, 1954), nombre real de Elvis Costello, posee una gran dosis de ese humor inglés que convierte la lectura de «Música infiel y tinta invisible» en muy amena, además de interesante para el fan y el amante de la música. Un ejemplo: cuando le llamaron para colaborar con McCartney comenta: «No supe muy bien qué esperar, pero, como su última colaboración había sido con Michael Jackson, me pregunté si me tocaría aprender a bailar».

Comentarios como este salpican sus memorias. A grandes rasgos sigue un orden cronológico, pero el discurso consta de continuas referencias con las que camina hacia atrás y hacia delante. De hecho, su nacimiento no tiene lugar hasta el capítulo seis. Pero para aquel entonces, ya nos hemos hecho una idea bastante clara de los dos pilares de su inclinación por la música: su propio padre y los Beatles.Una buena parte de esta autobiografía tiene como protagonista a su progenitor, Ross MacManus, cantante y trompetista. A sus espectáculos en salones de baile, con la Joe Loss & His Orchestra. De esa época se quedó con la impresión de que un músico es una persona con traje y corbata. Y llegaron los Beatles

Sus padres se divorciaron por culpa de la, por lo general, disipada vida del artista, pero antes de que esto ocurriera en su casa entraban discos en los que en la carátula solo ponía Parlophone y que su padre tenía que aprender para luego interpretar en el escenario. Según Costello, nunca prestaba demasiada atención a estos álbumes, hasta que en enero de 1963 llegó «Please Please Me», de los Beatles. «En aquel momento, no sabía qué palabra utilizar para describir esa música, pero decir que era excitante y desconcertante no le hace justicia».

Fue como un clic que sonó en su cabeza. Los siguientes éxitos de los Fab Four fueron entrando con puntualidad británica en su hogar. Ya en los años setenta padre e hijo llevarían carreras paralelas. Una época confusa: predominaban en el pop artistas con pelos sometidos a la laca, botas de cuero y trajes absurdos, moda que seguía por aquel entonces Ross McMacnus («comenzaba a parecerse al Peter Sellers de ¿Qué tal, Pussycat?»), y chocaba con la imagen más seria de su hijo como pionero de la new wave, como si hubieran invertido sus roles. Por otro lado estaba el punk, con su estética rebelde.

En un intervalo de ocho años se escalonaron la psicodelia, el rock progresivo, el glam, el pop más empalagoso, la música disco. la nueva ola... Una revolución sonora sin parangón.

Al final, Costello cuenta con amargura que su padre, el día que murió, fue recordado por los periódicos únicamente por el ser el que puso la voz en una canción publicitaria. «Todos los otros logros de su carrera quedaron marginados cuando la prensa popular resumió su carrera bajo el titular “muere el cantante de la Secret Lemonade”», escribe. «Era mucho mejor cantante de lo que tú serás nunca», le decían de vez en cuando los taxistas de Londres. «Jamás lo discutí».

De las sesiones orquestales a las que asistía en su infancia también quedó un poso impagable: su amplitud de miras estilísticas. Jazz, country, el sonido de la Motown y el folk fueron tomando una importancia creciente en su producción. Por eso Elvis Costello ha grabado junto a artistas tan alejados del éxito masivo, pero tan prestigiosos como Allen Toussaint, Burt Bacarach, Bill Frissell, T Bone Burnett, Lucinda Williams, Emmylou Harris... e incluso un crepuscular Chet Baker, a quien abordó tras un concierto para pedirle su colaboración en el tema «Shipbuilding», en 1983.

Junto a estas experiencias, hay espacio para hablar de sus mujeres -la actual es Diana Krall-; también asistimos a los difíciles comienzos de su carrera, cuando compaginaba su trabajo con ordenadores prehistóricos para la firma Elizabeth Arden con actuaciones en pequeños clubes; la formación de su banda de acompañamiento entre 1978 y 1986, The Attractions: un sinfín de encuentros y anécdotas con artistas a los que dedica comentarios admirativos o menos amistosos... y el proceso de gestación de un gran número de canciones: de dónde surgió la idea, en qué momento, en qué lugar exacto y qué quería decir con sus versos. No elude su fobia a las entrevistas, ni tampoco la creación de un personaje poco amistoso -afirma que el hueco entre sus dientes incisivos le dan un aspecto agresivo- que le ha acompañado durante muchos años.

Incluye un episodio vergonzante de 1979, cuando, borracho y de forma estúpida, deslizó insultos racistas hacia Ray Charles y James Brown, dos de sus ídolos. «Estamos hablando de una de esas manchas que nunca llegan a desaparecer, de un borrón formado por hechos poco claros que de vez en cuando sigue empañando tu reputación (...) Las palabras siempre habían sido mis amigas. Yo ahora las había traicionado», reconoce en el libro. Ahora parece definitivamente reconciliado con ellas.

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ABC Madrid, July 23, 2016


Pablo Martínez Pita reviews Música infiel y tinta invisible (Spanish translation of Unfaithful Music & Disappearing Ink).
This article also appeared in ABC Sevilla.

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Elvis Costello Photo credit: Mary McCartney.



«Pienso en “la era del rock” como un cliché tedioso»


«Todas las veces que he cantado con Dylan han sido grandiosas, porque él se aferra por completo a una nota y no cede ante nada», dice Elvis Costello acerca del cantautor de Duluth. «No me inspiraba sentimientos de rivalidad, sino simple admiración», comenta de Paul Weller y los Jam. «Nadie consiguió convencerme de que escuchara una cara (de un disco) de Pink Floyd», explica sobre la banda británica. Son algunas de las muchas opiniones que el músico desliza sobre sus colegas en su libro de memorias. Recientemente, el pionero de la new wave estuvo en España para actuar en Zaragoza, Madrid y San Sebastián, circunstancia que aprovechamos para preguntarle, vía mail, por «Música infiel y tinta invisible».

-¿Cuál ha sido la razón principal que le ha llevado a escribir sus memorias?

-Necesitaba algo para equilibrar mi biblioteca.

-Muchos músicos que empezaron su carrera en los años sesenta y setenta han escrito libros parecidos. ¿Existe la sensación de que, además de la propia vida, las circunstancias de esa época de la música popular merecen ser contadas?

-No lo sé. Tendras que preguntárselo a cada uno de ellos. Personalmente, pienso en la «era del rock» como un cliché tedioso, o como algo que ocurrió en tiempos prehistóricos.

-¿Qué sensación queda tras volcar todos estos recuerdos en un libro y verlos expuestos en las librerías de medio mundo?

-Me llevó más de diez años decidir que este era el libro que escribiría y cinco años escribirlo, pero lo cierto es que tengo uno o dos trabajos más. Podría fácilmente haber escrito un libro más superficial, comercial, excitante y lleno de trapos sucios y exageradas declaraciones de coraje. Podría haber sufrido la indignidad definitiva de ser publicado por entregas en «The Daily Mail».. No tenía interés en escribir un libro de referencia para gente que sólo quiere echarle un ojo a cotilleos o escándalos, o que buscan una referencia a un concierto al que fueron una vez o a un disco que compraron. Esos son sus recuerdos, no los míos. Dicho lo cual, estoy realmente sorprendido por la velocidad a la que bastante gente se ha leído un libro con una estructura tan intrincada. Son sólo 630 páginas en inglés, pero más de 800 en las traducciones en español e italiano. Así es la curiosa naturaleza del lenguaje. Solo pido curiosidad y risa.

-¿A qué huelen las lágrimas ahogadas de chicas a las que ha dejado plantadas?

-A deseo negado y falso champán filtrándose desde la piel-¿Qué representó en su adolescencia la irrupción de los Beatles? -Puede que hubiera seguido haciendo modelos de barcos de guerra de plástico y ahora estaría completamente cubierto de pegamento.

-¿Conserva aquellos vinilos de fábrica que le mandaban a su padre para que se aprendiera las canciones de los Beatles y de otros grupos?

-Sí. Los guardo en el cajón de mi mesa. El vinilo todavía se podría poner, pero los acetatos hace tiempo que se han «quemado después de escuchar».

-Lo que cuentan las canciones, ¿hasta qué punto son ficciones? ¿Hasta qué punto son una representación, una forma de teatro, y por lo tanto de exorcismo?

-En alguna noche, todo lo dicho. En alguna canción, elementos de todo. Tú decides, pero cuando has escrito «Cuando dije que estaba mintiendo, pude estar mintiendo», nunca puedo estar seguro.

-¿Nunca quiso ser poeta? ¿En qué se diferencia un poema de la letra de una canción?

-Definitivamente no. Admiro la música silenciosa de la poesía pero los poetas se llevan a las chicas sombrías, si es que se llevan a alguna.

-¿Cómo es posible permanecer lo suficientemente invisible para observar las transacciones entre las personas que conforman la esencia de muchas de sus canciones?

-Como usted puede que ya sepa, hice esa pregunta a un cantautor mucho más reconocido que yo (Bob Dylan). Me parece muy fácil ser invisible e ignorado.

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