Solamente Elvis Costello – y, de acuerdo, unos pocos elegidos más – pueden permitirse un concierto acústico en solitario de dos horas y media sin que el ritmo, la intensidad y la emoción decaigan. Anoche, el londinese brindó en Madrid una exquisita actuación ante un público mayoritariament experto en la materia, condición que ciertamente contribuía a disfrutar plenamente de una propuesta que a priori no parecía de lo más accesible y condescendiente (sonaron “Watching the Detectives”, “Accidentes will happen”, “Veronica”, “Ghost Train”, la popularísima “She” o “Alison” – momento particularmente intenso, en el que aprovechó para pasearse poe el patio de butacas-, pero faltaron muchos clásicos que cualquier seguidor considera absolutamente imprescindibles).
Nacido en Londres hace sesenta y un años, Elvis Costello hace sesanta y un años. Elvis Costello comenzó a aprender el oficio en case, cuando acompañaba a su padre en las sesiones de tarde que ofrecía junto a la orquesta de Joe Loss, según relata en su muy recomendable libro de memorias “Música Infiel y Tinta Invisible”, recién publicado en España. Cuando debutó, en 1977, no era un precisamente un novato, y se presentaba sobrado de talento, pero le quedaban seguramente unas cuantas lecciones que aprender.
Hace ya unos cuantos años, sin embargo, que Costello es un músico de una pieza, inspirado y más que dotado como vocalista, guitarrista y pianista, pero, además, avezado conocedor de todas las claves, trucos y misterios del oficio.
Felizmente dejó atrás hace mucho tiempo el carácter hosco y desafiante del que parecía disfrutar en sus tiempos de héroe de la nueva ola, y ahora resulta, en las largas peroratas que se marca entre canción y canción, un tipo encantador y jovial que parece estar disfrutando cada momento que se encuentra ante su público.
Con todo ello, una voz magnífica y enormemente personal, y un repertorio impecable, Costello borda una actuación marcada en esta ocasión muy especialmente por el tributo a su amigo Allen Toussaint, fallecido el pasado mes de noviembre.
Directo y crudo, ágil y más que resuelto, imbatible tanto a la guitarra – llevaba una colección de seis o siete de ellas, dejando solamente la única eléctrica sin llegar a usar – como, especialmente al piano, Elvis Costello ofreció anoche un concierto lleno de momentos vibrantes y emotivos. Uno de esos pequeños enormes conciertos que permanecen en la memoria y el corazón.
|