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Cuatro veces había actuado en San Sebastián Elvis Costello antes de su concierto de ayer. La primera en 1991 y desde 2007 nos ha visitado cada tres años (2010, 2013 y 2016). Si esta circunstancia se repitiese, y en 2019 nos volviese a visitar, podríamos apostar a que esa cita sería distinta de los cinco anteriores, porque si algo caracteriza a este genial músico es su capacidad de reinventarse y su dominio de diferentes registros. Lo lleva demostrando sin descanso a lo largo de sus casi cuarenta años de carrera musical. Cuatro décadas que dan para muchas historias y muchísimas vivencias que, si escuchamos los discos con atención, Costello ya nos ha contado a través de sus canciones. Hay un Costello enfadado, enamorado, triste o rabioso detrás de cada composición, un Costello que desnuda su alma en cada verso e incluso en los textos que acompañan a las extraordinarias reediciones de sus discos que el mismo supervisa. Por si esto fuera poco. ta, recientemente ha publicado una autobiografía titulada Música infiel y tinta invisible (Ed. Malpaso) y Detour, la gira que le acaba de traer de visita, es un precioso recorrido por su carrera.
Un recorrido que no se limita a lo musical, con un repertorio que recorre todas las épocas de su extensa discografía, sino que también se apoya en un formato que invita a la nostalgia. Una nostalgia bien entendida, porque quién espere que Costello va a mirar al pasado pensado que ya no puede hacer nada mejor que aquello estará muy equivocado. En el escenario una televisión gigante sobre la que se proyectarán imágenes de Elvis Costello cuando era joven, de sus padres, de sus abuelos, carteles de películas antiguas, imágenes de tiempos pasados… El artista británico va introduciendo las canciones relatando anécdotas de las distintas épocas en las que compuso las canciones o narrando historias de su familia y de otros artistas a los que ha conocido. Eso si, cuando revisita sus canciones suenan frescas, diferentes nuevas. A veces empapadas de distorsión y rabia, otras con una delicadeza que desconocíamos, con Elvis Costello demostrando que, además de un magnífico cantante, es un notable guitarrista y que con esas canciones desnudas, sin una banda que las vista, se siente cómodo exprimiendo lo más intimo de cada una de ellas.
Sin embargo la noche empezó fría. Tras apagarse las luces en la televisión gigante del escenario se proyectó el videoclip de su canción "Monkey to Man," para que, inmediatamente después y casi en penumbra, Costello atacara su "Hurry Down Doomsday (The Bugs Are Taking Over)." Lo de atacar no es una exageración. La interpretó rabioso, con la guitarra distorsionada y dando mucho uso al pedal looper mientras desprendia energía en cada verso y acorde; pero tras ese potente comienzo pareció no encontrar la afinación ni el tono de su voz durante un par de canciones. Una pena que, por ejemplo, "Accidents Will Happen" no sonase tan bien como debería. Fue entonces cuando rindió homenaje al recientemente fallecido Allen Toussaint interpretando "Ascension Day," tema incluido en el disco que grabaron juntos, no sin antes echar la vista atrás para recordar con cariño algunos momentos vividos con el genial músico de Nueva Orleans. Tras esa canción, Elvis Costello fue encontrándose más cómodo y pronto llegaría uno de los momentos brillantes de la noche: la exquisita y delicada "Everyday I Write The Book."
Tras eso fue un no parar. Alternando sus innumerables guitarras con el piano -que ha tomado prestado de su mujer Diana Krall bajo la promesa de devolvérselo intacto-, de pie y sentado, usando todo tipo de artilugios que tiene desperdigados por el escenario, Elvis Costello dio una lección de control del escenario y el tempo. Aunque es un perro viejo y sabe meterse al público con lucimientos como cantar "Alison" a capella mientras camina entre las butacas, lo cierto es que no necesita apoyarse en este tipo de trucos de directo. Su voz suena incluso más potente que hace un par de décadas y su habilidad con la guitarra es más que notable. Es capaz de brillar con versiones de canciones clásicas como una enérgica "Watching the Detectives," una exquisita "Almost Blue" o la sentida "Shipbuilding"; pero también desatca con nuevos clásicos como "Jimmie Standing In The Rain" (del 2010 y un habitual en sus conciertos desde entonces) o canciones más desconocidas como "Walkin' My Baby Back Home," una versión de un tema que popularizó Nat King Cole en los años 50. Eso si, la mejor muestra de que Costello no se ha regodeado en la nostalgia y sigue siendo un interesantísimo músico en activo es que, con casi cuarenta años de carrera y más de cuarenta LPs editados, del disco que más canciones interpretó es de uno que aún no ha visto la luz: A Face In The Crowd, un músical que se estrenará el año que viene inspirado en la película homónima de Elia Kazan. "American Mirror," una de las canciones sin publicar recién compuestas para ese musical, desconocida para prácticamente todos los asistentes, se convirtió en uno de los puntos más emotivos de la noche. Un clásico instantáneo, ¡a estas alturas!
La guinda final fue cuando invitó a alguien de entre el público a tocar el piano. Lo hizo rápido y no se acercó bien al micro, apenas se entendió el nombre de la persona a la que invitaba a subir al escenario. Esa persona era Steve Nieve, miembro de los Atractions (y también de los Imposters), el pianista que lleva colaborando con Costello casi toda su carrera musical. Un lujo inesperado. Juntos interpretaron tres canciones: "Shot With His Own Gun," "Talking In The Dark" y una desgarradora "I Want You" que erizó el vello a más de uno (comenzando por quién esto escribe). Un broche de oro para una noche mágica.
Le esperamos en 2019, Señor Costello (si es que no puede ser antes).
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