ABC Madrid, November 17, 2020

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Música

Elvis Costello: "Soy muy afortunado, me pagan por algo que es vocacional"

El británico regresa con "Hey Clockface", un disco partido por la pandemia en el que combina jazz, rock y vanguardia con músicos de altura como Bill Frisell, Nels Cline y Steve Nieve

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  Israel Viana

Cuando descuelga el teléfono en Vancouver (Canadá) y ABC le insinúa a Elvis Costello (Londres, 1954) que mucha gente le considera uno de los músicos de rock más importantes del siglo XX, admirado por artistas como Bob Dylan o Bruce Springsteen, echa balones fuera: "No creo que todo lo que hiciera entonces merezca la pena". Si se le menciona que ha tocado para 75.000 personas él solo con una guitarra, subraya: "No me gusta actuar en el Madison Square Garden, prefiero teatros de 300 o 1.000 personas". Y si se le habla de su fama, intenta convencernos de que «nunca» perdió la privacidad.

Costello es una estrella atípica que parece huir del estrellato, de la misma forma que huye de escribir el mismo disco dos veces. "Siempre me impongo que sea diferente al anterior", apunta. Y al recordarle que hubo un tiempo en que dejó de hacerlos con la intención de vivir solo de sus conciertos por la gratuidad de la música, responde entre risas: «Eso dije… ¡y aquí estoy con otro!". "Hey Clockface" (Concord Records) llega dos años después de "Look Now", aquel regreso tras ocho años de parón con el que le arrebató el Grammy a Barbra Streisand y Michael Bublé. «Eso no hizo al álbum mejor, ¡pero fue sorprendente!", exclama, en una pequeña licencia sobre sus logros.

En esta ocasión, comenzó a grabar en febrero en Helsinki sin ninguna pretensión, tocando él todos los instrumentos. Después siguió en París con Le Quintette Saint Germain, elenco integrado por músicos franceses de jazz y su teclista de siempre, Steve Nieve, ex-The Attractions. Y cuando estalló la pandemia y suspendió una gira por Inglaterra, volvió a Canadá a hacer cuarentena y empezó a pensar en el disco. Convocó a tres músicos de altura como los guitarristas Nels Cline, de Wilco, y Bill Frisell, y el trompetista Michael Leonhart, que grabaron los dos últimos temas en Nueva York a los que él puso voz desde su casa en Vancouver.

—¿Es verdad que escogió Helsinki porque quería un lugar donde nadie le conociera? Eso parece difícil tratándose de usted.

—[Risas] Sospecho que no hablaba en serio, pero si es verdad que di un concierto allí hace tres años y no era tan conocido. En realidad lo escogí porque yo no conocía a nadie. Quería un un patio de recreo donde tuviera que componer sin ayuda de nadie, como cuando era niño. Solo el ingeniero y yo con mi guitarra. Grabé tres canciones en tres días que suenan diferentes. Disfruté mucho caminando hasta el puerto y de las vistas desde el ferry a diario hasta llegar a la isla donde está el estudio.

—¿Sufrió al perder el anonimato al comienzo de su carrera?

—Bueno, en realidad nunca perdí la privacidad. Quiero decir que empecé escribiendo canciones en mi habitación y enviándolas a editores, pero nunca pensé en cantarlas ni grabarlas yo, solo componerlas para otros. Al final, obviamente, acabé haciéndolo para un sello independiente y la gente dijo que eran diferentes. Eso funcionó, y lo siguiente fue pasar de vender diez copias a la semana a 10.000. Y, de repente, tenía una carrera profesional y viajaba por el mundo. En ese momento, la idea de privacidad se la llevó el viento, es verdad, y tuve que aceptar lo que es estar en público. Cometí errores y tuve que lidiar con ello de joven. A veces bien y otras mal.

—¿Este es un buen disco para descubrir a Elvis Costello por primera vez?

—Si quieren saber qué música hago ahora mismo, sí. Si quieren saber qué hacía hace 40 años, debería ser otro. Creo que este es un disco de contrastes, no el que todo el mundo querría. Ya sabes, la gente siempre quiere la misma canción una y otra vez, pero este no es ese tipo de discos.

—Ha dicho recientemente que «nunca ha sido un músico rico, porque sus canciones no suelen vender muchas copias». También resulta difícil de creer con su éxito en los 70, 80 y 90.

—Es cierto, realmente no creo que entienda del todo qué es ser un músico rico. Pienso que estoy en activo, que ese es mi trabajo y que soy muy afortunado de que me paguen por hacer algo que haría igualmente. Es vocacional. Soy consciente de que la gente me conoce, pero no pienso en la fama en absoluto. Tampoco sé si tengo la notoriedad de otros artistas.

—Pues ha llenado estadios usted solo. ¿Nunca soñó con ello de adolescente?

—Sí, cierto, he tocado solo con una guitarra eléctrica ante 75.000 personas. Y he sido cabeza de cartel en el festival de Glastonbury en dos ocasiones, ante 60.000 y 70.000 personas, algo que quizá le cueste imaginar a la gente ahora, pero nunca lo busqué. Realmente, el tamaño en el que me siento cómodo son los teatros de 300 o 1.000 personas, porque no tengo que cambiar mi música. En una gira el verano pasado con Blondie en recintos al aire libre ante 15.000 personas tuve que hacerlo. A mí me gustan las salas donde la audiencia no es un mar de cabezas y veo las caras.

—Ha colaborado con Paul McCartney, Bob Dylan, Bruce Springsteen o Van Morrison. Muchos críticos le incluyen en ese olimpo.

—Vivo en el siglo XXI y no creo que todo lo que hiciera en el XX merezca la pena. Supongo que Dylan siente lo mismo, porque su nuevo disco es tan intenso y hermoso como cualquiera del pasado. Y Bruce y Paul igual. Todos esos músicos que admiro viven el presente y siguen tocando. Yo aún siento que me quedan varios años para hacer la música que quiero. Y puedo comunicarme de muchas formas: componer, grabar y dar conciertos.

—Ahora no puede hacer todas esas cosas.

—Exacto, por eso me dedico a grabar mucha música nueva y tengo algunas sorpresas, como un disco para primavera que será especial para los españoles, con un artista interpretando mis canciones traducidas. Créanme, lo encontrarán emocionante y sorprendente. Me ha conmovido la integridad de este artista con el que he trabajado. No tienes que mirar al pasado. Yo siempre estoy ansioso por escuchar lo siguiente de esos artistas, no tratarlos como piezas de museo. Algunos de ellos son buenos amigos y te aseguro que se preocupan por lo que hacen ahora a pesar del éxito acumulado. La fama tremenda que tienen no los hace diferentes a otros humanos. Tienen los mismos secretos y desafíos.

—¿Recuerda su colaboración con Chet Baker en 1983?

—Perfectamente. Chet Baker estaba de gira con Stan Getz y decidió hacer algunas fechas solo en un club de Londres tras discutir con el saxofonista. Fui a verle el primer día y me llamó la atención lo modesto que era, no tenía manager ni nada. En el descanso fui a la barra a pedir algo y me presenté. Él no sabía quién era yo. Le pregunté si vendría a tocar en mi nuevo disco y me dijo que sí enseguida. Y pasó de ser una persona a quien yo admiraba a alguien con quien estaba hablando de hacer un disco. ¡Extraordinario!

—¿De verdad no había escuchado su nombre? Usted ya era conocido en aquella época.

—Ni lo sospechaba ni lo preguntó. Simplemente me pidió un sueldo muy modesto. Yo quería pagarle más, ya que creía que no estaba bien que aceptara la tarifa sindical más baja. Llegó dos días después y tocó de maravilla. Quiero decir, tal y como se escucha en "Shipbuilding". Estoy seguro de que has escuchado la canción, es una de las mejores grabaciones que he hecho en mi vida.

—Murió trágicamente poco después, en 1988, tras caerse por la ventana de un hotel en Ámsterdam después de haber consumido heroína y cocaína. ¿No se volvieron a ver?

—Sí, trabajamos un par de veces más juntos. También fui a verle en alguna ocasión y él vino a Londres y nos tomamos una copa. Todo el mundo conocía sus problemas con la heroína que, obviamente, le hicieron la vida muy difícil, pero conmigo siempre fue una persona tranquila y amable. Un tipo de espíritu gentil y un músico hermoso.

—¿Nunca quiso ser un músico de jazz como su padre?

—No pienso en mi padre como músico de jazz, porque lo fue antes de que yo naciera. Dirigió su propia banda en Birkenhead, la ciudad cerca de Liverpool de donde era. Trataba de tocar bebop y cosas de Dizzy Gillespie, lo que era una música oscura y desconocida para la gente local. Casi nadie quería escuchar eso y no lo entendían. Después se fue a Londres para intentar abrirse camino en el jazz con mi madre y se casaron. Al nacer yo, tuvo que aceptar un trabajo en una banda de música popular. Dejó la trompeta y se hizo cantante. Y era muy bueno. Tuvo una carrera muy larga, grabó algún disco y trabajó con una de las bandas de baile más populares de Inglaterra.

—¿Por qué decidió comprar hace años los derechos de sus discos?

—No lo considero una propiedad, pero si alguien quiere relanzar mis discos antiguos, prefiero que se haga de una manera coherente y tener el control. Si todavía alguien quiere escuchar un álbum mío de hace 40 años, como el que saldrá este mes, quiero asegurarme de que estén escuchando una historia. Esta vez, al original le hemos añadido el disco en directo que muestra a la banda en aquel momento y las anotaciones de mis propios cuadernos, para que vean cómo escribí las canciones. Al que le guste solo un tema, tiene Spotify, pero al que realmente le interese el disco entero es una presentación realmente bonita, la celebración de una obra de arte de Donny Bubbles, que hizo increíbles portadas para mí en aquellos primeros días. Siendo dueño de los derechos puedo contar la historia como quiero y no encontrármela en el mercado de la manera incorrecta.

—Su padre también era músico. ¿Estaba orgulloso de usted?

—Mucho. Cuando comenzó mi carrera él todavía estaba en activo y cantaba algunas de las canciones que me hicieron famoso, como "Good Year In The Roses". Era un gran animador y bailaba muy bien. Yo no [risas], así que hice mi propio camino. Mi madre también estaba involucrada en la música, vendía discos y tenía un conocimiento tremendo. Era maravilloso el ambiente musical en el que crecí.

—Hicieron un viaje a España en 1961, cuando tenía 7 años, que usted siempre recuerda con mucho cariño...

—Sí. Fueron dos semanas muy bonitas por una razón: mis padres se divorciaron poco después y ese es mi principal recuerdo de ellos juntos, ya que mi padre estaba siempre de gira. Aquel viaje fue precioso, una gran aventura. Nos fuimos en nuestro pequeño coche a Dover y cruzamos Francia y luego los Pirineos en un trayecto infernal hasta la Costa Brava y Sitges, porque no había las autopistas que tenéis hoy. Coincidimos con el Corpus Christi y recuerdo las calles decoradas con flores y una procesión. Fue algo mágico, porque yo había recibido una educación católica. Sentí un gran cariño en España, que era muy diferente a ahora. Fui muy afortunado de que mi padre sintiera tanta curiosidad por vuestro país, así que gracias por preguntar por ello.


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ABC Madrid, November 17, 2020


Israel Viana interviews Elvis about Hey Clockface following its release.

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Photo credit: Ray Di Pietro

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