Como casi todos los grandes solistas de la historia del rock (Dylan, Cohen, Neil Young, Van Morrison...), Declan MacManus acertó a debutar con un álbum de sabor clásico, una obra maestra incontestable que marcó su época y definió a su autor como líder de toda una generación. Pero, también como los grandes, supo trascender los límites de aquella primera entrega y madurar en distintas direcciones con mentalidad de explorador consciente de su talento y ajeno a las modas y los cantos de sirena de la industria: tanto que ha llegado a establecerse en Dublín, una ciudad tranquila y amable, muy lejos del epicentro del pop británico, ese Londres asfixiante, vacuo y narcisista que él tanto desprecia. En realidad, cuando apareció My aim is true, el joven cantante de las gafas de concha ya tenía un trabajo estable y una familia que alimentar: nada más ajeno a la febril agitación antisistema de los Sex Pistols y otros iconos del punk. De hecho, Costello sólo tomó la decisión de profesionalizarse como músico una vez que Jake Riviera pudo garantizarle un sueldo equivalente al que recibía como programador informático, "cosa bastante fácil, ya que mi salario entonces era bastante modesto". Así que el gran portaestandarte del punk y la new wave era un padre de familia harto de la sociedad hipócrita y conservadora de la era Thatcher, un agudo letrista y un compositor inteligente que había crecido escuchando jazz y música clásica y que amaba el pop de The Kinks, el rock de The Band y el soul de Motown. La historia demostraría enseguida que ése era el eslabón más lógico en la cadena evolutiva del pop británico, el que enlaza a los últimos Beatles con David Bowie y hermana a ambos con Bob Dylan, Smokey Robinson y Tim Buckley.
Los nombres y los alias
Salvando las distancias, Elvis Costello es a Declan McManus lo que Cary Grant a Archibald Alexander Leach. Al principio, apenas una máscara con la que reclamar ese plus de atención necesario cuando empiezas. Más tarde, una marca, una seña de identidad reconocible. Finalmente, una leyenda.
En realidad, la afición por los nombres raros y los alias le viene a Costello de familia. A su padre, Ronald, todo el mundo le llamaba Ross. Su madre tuvo otros cuatro hijos con su segundo marido, y los
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