El Diario Vasco, July 26, 2013

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Jazzaldia (2): Inmensos Elvis Costello & the Imposters, apasionante Vijay Iyer, recios Belako


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Ricardo Aldarondo

Esa maquinaria imparable y brillante que son Elvis Costello & the Imposters estuvo el jueves a medianoche a pleno rendimiento de principio a fin, en un concierto compacto, intensísimo, plagado de éxitos y también, cómo no, con alguna sorpresa. Llovía al empezar, y llovió durante todo el concierto, aunque solo un genuino sirimiri, cuando Costello salió como un huracán y, tras un rápido saludo, y prometer alguna canción sobre la lluvia, se lanzó en plan Ramones: one, two, three, four y una tanda de pildorazos infalibles de ‘new wave’ rabiosa y energética: I Can’t Stand Up (For Falling Down), High Fidelity y Radio, Radio, y enlazando también con el maravilloso soul blanco de Everyday I Write the Book. Una canción, por cierto, que en su anterior visita a San Sebastián con The Sugarcanes hizo de forma radicalmente distinta, muy country. Fue un comienzo más o menos habitual, dentro de la variación diaria que Costello practica en sus setlist, pero sorprendió que a continuación atacase ya con Alison, sobre todo tratándose de un lugar al aire libre, la playa de la Zurriola, y su gigantesco Escenario Verde, con su punto de frialdad y distancia.

Y aquí hay que señalar el problema de este tipo de conciertos gratuitos: el público solo en una pequeña parte es fan, hay mucho parloteo insufrible por parte de gente que estaría mejor en un bar, y es más difícil en esas circunstancias crear la comunión colectiva. Al ser Elvis Costello uno de los grandes, pero no con la popularidad, ni la ceremonia rockera, ni el repertorio de estadio de un Bruce Springsteen, por ejemplo, faltó calor y entrega en el público a la altura del conciertazo compacto y musculoso que ofrecieron Elvis Costello & The Imposters.

Seguramente conocedor de todo eso, Costello se movió en su repertorio más popular, que no facilón, y por supuesto sin renunciar a las sorpresas. Y así, continuó en plan nuevaolero de finales de los 70 con Green Shirt y el excitante e inmarchitable reggae-rock-pop de Watching the Detectives, con su vibrante y afilado guitarreo. Acudió por fin a sus discos recientes con Bedlam, pero solo por un momento: había que hacer un alto en uno de los momentos emocinantes de la noche. Lo es la canción en sí, impresionante como pocas, esa Shipbuilding que Costello compuso en plena era antithatcheriana contra la guerra de las Malvinas y en doloroso homenaje a los soldados que allí murieron. Y ayer la dedicó a las víctimas del accidente de tren de Santiago, recordando además las veces que ha tocado allí y en Vigo. La gravedad de la hermosísima canción y el homenaje que conllevaba, de poner la piel de gallina de principio a fin, no fue óbice para que algunos de los parloteadores siguieran a lo suyo. Ni por esas.

Costello siguió en tono de balada, pero intentó relajar el dramatismo comentando que, como podíamos comprobar en la gran pantalla al fondo del escenario que amplia las imágenes del concierto, “mi cara solo puede enamorar a una madre”, pero le da igual y es capaz de cantar una balada amorosa tan enternecedora como She, quizás el mayor éxito popular de Costello, aunque la canción sea de Charles Aznavour.

Dispuesto a demostrar que puede hacer de todo (aunque no hizo todo lo que es capaz de hacer, hubiera necesitado varias horas), lanzó su broma habitual: “Vamos a hacer rock & roll…de los años 20, lo que sonaba en San Sebastián en 1922″. Y atacó la divertida y cabaretera Slow Drag To Josephine, antes de volver al tiempo más lento e intimista en la que para mí fue la elección más sorprendente de la noche, Almost Blue, la balada derrotada de 1982 que parecía una composición ideal para ser cantada y tocada por Chet Baker, y que así hizo el genial trompetista y cantante años más tarde. Costello la presentó hablando de su mujer, Diana Krall, “que va a tocar aquí al lado en un par de días”, en referencia al Kursaal. “Ella está ahora viajando de Madrid a Cap Roig, y suele cantar también esta canción”. Conexión musical y sentimental en la distancia, por tanto, en esta curiosa circunstancia de que el matrimonio esté girando por los mismos países pero distintas ciudades a la vez.

Se comprobó desde el minuto uno, pero en lo que vino a continuación se hizo irrefutable la absoluta maestría de The Imposters, con el que probablemene sea el mejor teclista del mundo, Steve Nieve, capaz de hacer cualquier cosa, y cada día distinta, con el piano, el órgano, los sintetizadores y hasta el theremin. Lo suyo es realmente grandioso, y aunque esté por debajo de la voz y la guitarra de Costello, todo lo que hace resulta prodigioso. Y la contundencia del batería Pete Thomas a sus casi 60 años es de envidiar por cualquier jovenzuelo rockero, máxime teniendo en cuenta que se puede pasar así tres horas. Y qué finura, por otra parte. Y en perfecta armonía con Davey Faragher, el hombre que consiguió que no se eche de menos a Bruce Thomas. Sí, también creo que The Imposters es la mejor banda de rock (en el sentido más amplio) del mundo, sobre todo porque es capaz de tocar absolutamente todos los estilos como si nada, y en perfecta comunicación extrasensorial con su boss. No les hace falta ni mirarse para enlazar una canción tras otra en permanente climax.

En algún momento le flaqueó su inmensa voz a Costello, producto seguramente del mes y pico que lleva actuando casi a diario, o del sirimiri, o de la hora (empezar a las doce y media de la noche es un poco ‘too much’) pero fue pecata minuta, solo ocasional y moderado. La siguiente traca ochentera fue otra gloria: la contagiosa y maravillosa Oliver’s Army, la intrincada Beyond Belief y Clubland, con una de sus exhibiciones de lo buen y cañero guitarrista que Costello sabe ser.

El segundo y último tema de la década de los 2000 que sonó fue Stella Hurt, tremendamente vibrante, y de ahí subidón total con (I Don’t Want To Go To) Chelsea y otra avalancha de excitante guitarreo rockero, más la también primeriza y coreable (The Angels Wanna Wear My) Red Shoes.

Seguía lloviendo, y Costello se sacó un as de la manga: el Purple Rain de Prince. Aunque suele tocarla a veces, fue una sorpresa perfecta para la ocasión, celebrada colectivamente.

Costello seguía intentando que aquello fuera un mar de brazos en alto y expresión de colectiva de felicidad, pero el público era demasiado frío o demasiado variopinto para ello. Y llegó ya, demasiado pronto para los que esperábamos un concierto de al menos dos horas, la traca final con las apotesósicas Pump It Up y Peace, Love and Understanding, cuyo autor, Nick Lowe, también la tocó a su modo en el teatro Principal hace unos meses, e hizo entonces referencia a las visitas de Costello a San Sebastián. Los fans, enloquecidos, pero no toda la masa, como está acostumbrado Costello. Hora y media exacta y se despidieron.

Y lo que es realmente insólito en Costello, que ha llegado a hacer bises de 17 canciones, no hubo regreso. Sea por la hora, por la lluvia (aunque realmente esto no pareció importar mucho al público) o, poco probable, por exigencias de la organización, el caso es que se nos quedó un poco corto de tiempo, aunque la intensidad y calidad fue tal que nos pudimos dar por plenamente satisfechos.

Una incógnita: la organización suele repartir a la prensa el setlist que los músicos le entregan antes del concierto; muchas veces no corresponde con lo que tocan después, por una razón o por otra. Pero llama la atención que en el caso de Costello, hay bastantes más canciones en esos apuntes de las que tocó finalmente, como si se hubiera ido saltando temas sobre la marcha (aunque también tocó Beyond Belief que no figura en esa lista). Y, en esas promesas estaba Less Than Zero, God Give Me Strength y, ¡oh desesperación! I Want You. Bueno, es igual, Elvis Costello & the Imposters estuvieron inmensos. Ahora que vuelvan al Kursaal.

Por la tarde habíamos estado en el Victoria Eugenia, para asistir a la tercera visita de Vijay Iyer, en formato de trío. Un excelente pianista, pero que sobre todo brilló en su forma de conjugarse con contrabajista y batería, en una endiablada y sin embargo apasionante deconstrucción de ritmos imposibles. El virtuosismo de los tres iba más por el camino de la imaginación y pasión, que por el de la exhibición. Y fue un disfrute verles comunicarse tan bien para desarrollar su disco Accelerando. Así fue el final, antes de acometer un bis con su versión de Human Nature:

Pasé también un rato por la plaza de la Trinidad para comprobar que prefiero a Carla Bley como jefa con Steve Swallow como músico a su servicio, que al revés, como ayer en The Swallow Quartet. En ese rato hubo una parte delicada muy bonita, pero otra excesivamente fría y tecnicista. El fascinante peinado de Carla Bley, impecable, como siempre.

En las antípodas musicales, Belako se adueñaban del megaescenario de la playa. Alguno se preguntaría qué hacían esos chavales que parecen recién salidos del instituto subiéndose a semejante escenario. Pero se lo preguntaría por poco tiempo: en la media hora final al menos, los veinteñaeros vizcaínos demostraron cohesión, actitud, potencia y, sobre todo, una variedad de lenguajes musicales insólito a su edad. Combinan indie rockero de los 90, postpunk de los 80, un algo de Beach House en los teclados y la voz y, para terminar su recio y rotundo concierto, un mano a pano por parejas de electrónica analógica ochentera y percusión tribal. En los próximos meses, o el próximo año, se los deberían estar rifando todos los festivales más o menos ‘indies’.

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El Diario Vasco, July 26, 2013


Ricardo Aldarondo reviews Elvis Costello and the Imposters on Thursday 25 July 2013 at Jazzaldia, Zurriola Beach, San Sebastián, Spain.


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