El Pais, July 27, 2010

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ENTREVISTA:

Elvis Costello: "No pretendo que se me escuche en las discotecas"


Óscar Iglesias

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El enclenque Declan Patrick MacManus que competía con los Dead Boys en los baños del neoyorquino CBGB. El músico londinense que graba para la Deutsche Gramophon, sin dejar de lado Lost Highway, la discográfica de Willie Nelson, y el trabajo con Alain Toussaint por y para la Nueva Orleans arrasada por el Katrina. Todas esas personas, y muchas más, son Elvis Costello, que hoy toca en Santiago (Praza da Quintana, 22.30) después de su esposa, Diana Krall. Presenta su último disco, Secret, profane and sugarcane, grabado en 2009 bajo la égida de su amigo T-Bone Burnett.

Recién aterrizado en Santiago, llama él mismo por teléfono y manda callar a los niños: es la última ciudad de la gira española y viene con su mujer. De entrada, aunque compartan productor y otros amigos, como Emmylou Harris o Loretta Lynn, no le gusta que se compare este último disco suyo con el más genuinamente country, King of America (1986). "No creo ni que sean parecidos. En el último no hay nada eléctrico, ni tambores, pero ese disco tiene dos años. Ahora estamos preparando uno que sorprenderá a la gente, con muchos estilos y muchos instrumentos. Incluso vamos a usar cuernos". De momento, el penúltimo experimento de la enciclopedia del pop pasa por todos los palos de la música de raíz (americana). Del bluegrass al country & western, con lírica agreste marca de la casa. Sin batería ni enchufes, pero con violines, mandolina, dobro, acordeón y guitarras acústicas degradadas, con una banda, The Sugarcanes, "que mira al futuro". "En San Sebastián estuvo Kris Kristofferson y nos fue muy bien con la gente".


"Mi mujer hace versiones de Tom Waits, y yo de Bing Crosby"


No es que rechace la imagen de sí mismo con The Attractions, entre My aim is true y Get happy, el más divertido de los iconos nuevaoleros. Le sigue gustando el pop, dice, porque "toda la música es potencialmente pop". "En Mokofuku (2008) hay elementos pop, aunque quizás fue un trabajo [editado en vinilo] que no se publicitó bien". En cuanto al estilo , ironiza, "yo hago música, no pretendo gobernar el mundo". "Además, no pretendo que se me escuche en las discotecas".

En su mundo ocupa un lugar central Diana Krall, pero no cree que se resten público: "De hecho es un placer. Además, ella canta versiones de Tom Waits y Jobim, yo de Bing Crosby".

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El Pais, July 27, 2010


Óscar Iglesias previews Elvis Costello and The Sugarcanes with Diana Krall and her band on Tuesday, July 27, 2010 at Praza da Quintana, Santiago de Compostela, Spain.


J. M. García Martínez reviews Elvis Costello, The Sugarcanes and Kris Kristofferson on Sunday July 25, 2010 at the Jazzaldia Festival, San Sebastián, Spain.

Images

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Kris Kristofferson (izquierda) y Elvis Costello, el domingo en el Festival de Jazz de San Sebastián.
Photo Credit to: Jesús Uriarte

Rock, jazz y una de calamares

Kris Kristofferson y Elvis Costello abarrotan la clausura del Festival de San Sebastián

J. M. García Martíníez

Pregunta: ¿Qué hacen Loquillo y Mikel Erentxun en un festival de jazz? Respuesta: Escuchar a Kris Kristofferson y a Elvis Costello. Pregunta: ¿Qué hacen Kristofferson y Costello en un festival de jazz? Respuesta: No sabe / no contesta. La cosa es que el cantautor metido a astro de la pantalla y el feliz consorte de la pianista Diana Krall y padre de gemelos clausuraron la 45º edición del Festival de Jazz de San Sebastián con los tendidos de La Trini al 100% de su ocupación y el personal sin localidades atiborrando las cercanías del lugar, que lo que no se ve, al menos, puede escucharse. Y si aquello no era jazz, a nadie pareció importarle. Ya se sabe que la afluencia a un concierto de jazz es inversamente proporcional a la cantidad de jazz que contiene la música. A menos jazz, más oyentes, y viceversa.


El músico y actor no es gran cosa cantando ni tocando, pero tiene un ángel


Jazz o no jazz, el del domingo fue un concierto no solo estupendo sino instructivo. Así, pudimos enterarnos de que Kristofferson estuvo de turismo por San Sebastián en 1958, y que probó los calamares en su tinta, dato notable que seguramente influyó en su manera de componer. Cincuenta años después, K. K. volvió a la ciudad sin añadidos de ningún tipo: su voz, la guitarra y la armónica, y eso fue todo. Con el añadido de que ni cantando ni tocando la guitarra o la armónica es gran cosa. Pero tiene algo, un ángel. Y unas canciones que parecen ser una sola troceada en rodajas de unos tres minutos de grosor.

Kristofferson se las cantó todas. De Bobby McGee -famosa por la versión de su ex, Janis Joplin- a Sandinista, de sus días de combatiente por la causa antiimperialista. Y, como si no hubiera sido suficiente, volvió a subir al escenario para cantarse un par de coplillas a dúo con el colega Elvis, al término del set de este. Que si bueno había sido lo de K. K., mejor todavía fue el recital del inglés, junto con su grupo de country, The Sugarcanes.

Cualquier recelo que nadie pudiera albergar en torno a la posibilidad de escuchar música vaquera sin resultar dañado en su equilibrio mental, lo despejó el rockero de canotier en un acorde. Algo tremendo, inaudito casi. Costello no concede un momento de respiro al oyente que apenas tiene tiempo de asimilar la que se le viene encima. En su repertorio, las versiones sesenteras -You've got to hide your love away, de Lennon-McCartney, o Friend of the devil, de Grateful Dead- se alternan con las composiciones del propio artista -las clásicas Alison y New Amsterdam o la deliciosa A slow drag with Josephine-, todo en su justa medida. Y el personal, a gozarla, puesto que de eso se trataba. Pero eso no fue todo.

Aquella misma tarde se nos dio la oportunidad de escuchar a una cantante de ópera interpretando jazz. Jessye Norman, nada menos. El recital de la susodicha en el auditorio del Kursaal nada tuvo que ver con lo que se ha podido escuchar a alguno de sus colegas cuando se les da por cantar rancheras o a Mecano, y menos mal.

La soprano, famosa por sus interpretaciones de Beethoven y Verdi, tiró de memoria histórica para recuperar un repertorio que, asegura, forma parte de su educación sentimental. Mucho Ellington -Don't get around much anymore, I've got it bad (and that ain't good), Heaven, pertenecientes a su ciclo de Conciertos Sacros...-, algún recuerdo a las colegas caídas en combate -Josephine Baker, Lena Horne, Odetta...- y hasta My baby just cares for me, de Nina Simone, a ver quién nos iba a decir que íbamos a escuchar nunca a la diva cantando aquello de "mi chico no se preocupa por coches ni carreras, mi chico solamente se preocupa por mí".

La Norman prescindió de alardes innecesarios para centrarse en lo que importa: la canción. El resultado fue lo más parecido a un recital de jazz tal y como se estilaba en tiempos de Sarah Vaughan y Ella Fitzgerald. Al final ha tenido que venir una cantante de ópera para recordarnos cómo se canta jazz. Tiene guasa la cosa.

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