Noticias de Gipuzkoa, July 27, 2010

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Dios salve al gran imposter


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  Juan G. Andrés

Elvis Costello volvió a protagonizar el domingo un brillante cierre del Heineken Jazzaldia, esta vez con una propuesta irresistible en la que revisó, en clave country, sus éxitos y protagonizó un histórico dueto con Kris Kristofferson.

CUALQUIERA que conozca mínimamente la trayectoria del tal Declan Patrick MacManus ha podido formularse alguna vez preguntas como las siguientes. ¿Quién demonios es Elvis Costello? ¿El mismo que hace 35 años formó parte de la new wave nacida de los rescoldos del punk? ¿Rockero aguerrido o amante de la música de raíz afroamericana? ¿Hay algún estilo que se le resista? ¿Cómo puede alguien cambiar tan radicalmente de un disco a otro y salir siempre victorioso? Ante la imposibilidad de responder convincentemente a estas cuestiones diremos que Costello es ese maravilloso impostor capaz de vestir los trajes musicales más diversos. Aunque nació a orillas del Támesis, ha asimilado tanto y tan bien los ritmos de la música del sur de EEUU que es capaz de sonar como si hubiera crecido ensayando en un granero de Alabama, Arkansas o Tennesse.

En su retorno del domingo a Donostia se caló un sombrero de campista color crema y eligió transfigurarse en un irresistible sureño intérprete de EEUU. Ya lo hizo hace tres años cuando clausuró el Jazzaldia junto al pianista Allen Toussaint, pero si entonces se trataba de curar con R&B y soul las cicatrices que el huracán Katrina dejó en Nueva Orleans, esta vez la excusa era tocar country acelerado y endiablado. El líder de The Atractions y The Imposters no se detuvo en circunloquios innecesarios. Fue pisar el escenario y disparar a bocajarro una versión de Mistery Train como tributo al monarca del rock, a quien debe su nombre artístico. Y de Elvis Presley pasó directamente a Blame It On Cain, el primero de varios de sus temas más antiguos que cobraron nueva vida en milagrosa transfiguración. El británico con las gafas de pasta más brillantes de todos los tiempos repasó -y alargó- en clave hillbilly canciones como (The Angels Wanna Wear My) Red Shoes o New Amsterdam, que incluyó citas del You"ve Got to Hide Your Love Away de los Beatles.

Para servir su particular picnic campestre invitó a The Sugarcanes, la formidable banda de bluegrass -violín, acordeón, guitarras, dobro, contrabajo y mandolina- con la que grabó Secret, Profane & Sugarcane (2009). De ese trabajo sólo indultaron tres cortes -Down Among the Wines and Spirits, Complicated Shadows y Sulphur to Sugarcane-, pues Elvis Costello prefirió tunear viejas canciones como Good Year For The Roses o Everyday I Write The Book con una pátina de country tan gruesa que a veces resultaban irreconocibles. Incluso para los costellófilos más avanzados.

El único momento en que bajó del campo a la ciudad fue cuando enchufó una guitarra eléctrica de cuatro cuerdas y sacudió la Trini con la tempestuosa The Delivery Man. El resto del concierto lo hizo con la acústica, que rasgó como si no hubiera un mañana en las versiones The Friend of The Devil y, sobre todo, en la potentísima Don"t Lie To Me. Y no sólo eso, sino que además avanzó tres composiciones inéditas: la bucólica Poor Borrowed Dress, la divertida Jimmie Standing In The Rain y la delicada A Slow Drag With Josephine, presentada como "un rock and roll de 1921".

Momento histórico

En el primer bis cortó la respiración del respetable con el tema central de la película Nottingh Hill, que despojó de cualquier rastró de almíbar y revisitó en formato reducido de guitarra, bajo y acordeón. "¡Te queremos!", gritó un espectador. "Nosotros a vosotros también, individual y colectivamente", espetó Costello antes de pedir que volviera al escenario Kris Kristofferson, que antes había inaugurado la velada con un bonito y tranquilo recital en solitario. Además de una foto para la posteridad -nunca hasta ahora habían coincidido en un mismo escenario público-, el momento propició la interpretación a dúo de tres canciones, dos de Kristofferson -Pilgrim y This Old Road- y April 5th, compuesta por ambos junto a Rosanne Cash, la hijísima de Johnny. Histórico pese a los patinazos con la letra del tejano, que abandonó las tablas entre aplausos

Cuando el tejano abandonó las tablas, Elvis no había cantado aún la última palabra. Primero se llevó al sur su más primitivo hit, Alison, y después remató con una trepidante cover de Happy, aquel torpedo sonoro que Keith Richards lanzó en el Exile on Main Street. Fue un un inmejorable homenaje a The Rolling Stones y la perfecta expresión del feliz éxtasis que vivieron 3.100 espectadores que, a buen seguro, tardarán en volver a disfrutar de un espectáculo tan magno.

Algunos sugeríamos ayer que en el futuro Costello cierre vitaliciamente los conciertos de la Trini en el Heineken Jazzaldia. Es tan bueno que dan ganas de coger ahora mismo un avión directo a Santiago de Compostela para verle esta noche de nuevo en el festival Xacobeo. Que Dios -o quien sea- salve al glorioso farsante y le permita seguir ofreciendo conciertos inolvidables. Y del género musical que le venga en gana.

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Noticias de Gipuzkoa, July 27, 2010


Juan G. Andrés reviews Elvis Costello and The Sugarcanes with Kris Kristofferson, on Sunday July 25, 2010 at Plaza de la Trinidad, San Sebastián, Spain.

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Bises con Kristofferson. Photo credit:Juan G. Andrés

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