Vibraciones, September 1978: Difference between revisions

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Vibraciones

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El heredero del rey es un bastardo


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Juan Carlos Kreimer

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Me parece increíble que hayan pasado sólo tres meses desde la última vez que lo ví en el Roundhouse, al término de una gira nacional iniciada en Dublin y Belfast — con las connotaciones políticas que esto implica. Tanta tipografía, tantas imágenes, tantas descargas fonoeléctricas, tantos visitantes célebres (o por serlo, o que nunca lo serán) desfilan por mi atención hipersensibilizada 'no puedo decir con qué, que el último concierto de Elvis Costello en Londres, eso quería decir, queda perdido en una interminable (e inordenable) montaña de apuntes, datos, reflexiones, papelitos. Yeah, fue en abril, el 16, poco tiempo después de que saliera por Radar Records su segundo Lp, This Year's Model. El recuerdo está latente: esa tarde hay muchos factores musicales que me levantan el ánimo y encienden hasta sacarme de mis... factores personales.

No voy con la idea (tarea) de escribir-después sino porque no hallo nada mejor en Time Out y a esa hora del week-end no me adaro ni yo mismo. Primer sorpresa, un cambio de personal: Nick Lowe reemplaza a Bruce Thomas en el bajo, tras el segundo tema decido hacer las paces con él. Hasta entonces (y desde siempre), Nick me parece un carota — aún me lo sigue pareciendo, en especial cuando intento reescuchar su Jesus of Cool. Pretende status de rockero por saber (eso se dice) grabar punk rock. Si un casete no me importa haber perdido en 'el descontrol de la última mudanza, es el The Damned: obra suya. Pero por la memoria del otro Elvis, .que esa tarde encuentro a Lowe a tono con Costello e integrado al "contexto" de Attractions. ("The band I'm in, no my band", puntualiza este Elvis). La vez anterior que ví a Costello fue en Agosto del 77, cuando tocaba una vez por semana en el Nashville. Lo acompaña una banda llamada algo así como Clover, estilo muy West Coast. Buen sostén, nada más, no el nexo musical que sus canciones necesitan de un tema a otro para imprimir unidad en el gig. O en el disco: caso del primer Lp, My Aim is True, presentado por Stiff. Con The Attractions, Elvis obtiene lo que pide a gritos su ausencia de voz o su timbre gritón típico de cantante de pub-rock, 74-75. Peter Thomas (ex-Chilli Willi) es un batería que dialoga constantemente con el bajo, Nick en este memorable encuentro o Bruce Thomas (ex Shutherland Brothers) en el segundo Lp. Ambos instrumentos aportan una sección rítmica experimentada donde el cantante puede respaldarse cuando lo desea. La rara ingenuidad en los teclados del Farfisa accionado por Steve Naive (ex Royal College of Music) da el tono 77 que distingue marcadamente al rock-and-roll de Attractions del de Whirlwind, una revelación del más puro y fresco rockabilly, programado como telonero. Sobre esa base y la plataforma de creatividad/eficacia/organización que le ofrece su manager Jack Riviera, Elvis sale a escena con el tapete servido para jugar (construir/interpretar/revivir) su carta más fuerte: la letra de sus canciones.

"Mira a tus amigos/ en qué estado han quedado", canta en Little Trigger. A los 15 minutos ya no distingo entre aburrimiento y embobamiento. Su manera de cantar sus temas, su hot exasperante, lo que está diciendo de nuestras viditas... qué más podemos exigirle si lo que ofrece se junta "perfectamente calibrado" con todo lo que nos imponen de él los medios. Goza y cállate. "A veces casi me siento/ como un ser humano", dice al final de Lipstick Vogue y advierto que está cantando para nosotros (el público), no en el Roundhouse (para los críticos y sus biógrafos). Actual en la intensidad, popular en la potencialidad, Elvis transforma las adversidades en datos positivos, a la manera de Woody Allen. Su impotencia es entonces furia cuando aulla "No quiero ser tu amante/ solo tu víctima". Hay que entender su misoginia como su otra cara, o como las caras B de sus discos, donde desliza piezas de antología: Less than Zero, (I don't want to go to) Chelsea.

En el corazón (en la solapa) luzco un botón. Dice Elvis is King sobre su figura, no la del difunto E. Aaron P. En los desplazamientos por el teatro me detengo en los infaltables quioscos y, algo inusual en mis berretines, esta vez no me molesta la gama de productos idolátricos: en el caso de Elvis II, como en el de Elvis I, la música se adelanta a la promoción, es más fuerte. Heredero legítimo, Costello no espera que se le reconozca su realeza bastarda. Es un rocanrolero, no un rockero. Un maldito, no un sentimental. A los ojos de quienes no ven más allá de las imágenes externas, Elvis parece volver a (o revolver) las mismas fuentes rítmicas de la época de oro Showaddywaddy Et The Wild Angels, Et The Misterians. Pero debajo de sus jeans apretados y su saquito corto, del pastiche de sus posturas (estudiadas o no) retorcidas, muestra poesías, no versos. Patti hablaría de "cierta sangre que circula entre las palabras". Para decirlo en idioma estándara: es un compositor original.

Hay una explicación: cuando el rock-and-roll (o el rhythm-and-blues si lo prefieres) se mezcla con el LSD del comienzo de esta década, deja a muchos adolescentes con la mente vuelta hacia un palabrerío musical primitivo. El mito de los orígenes contra el mito del sintetizador. Lowe mismo en Brinsley Graham Parker, tan Dury, grupos como Roogalator, Rumour... escarban esa herencia clásica. Les basta inyectar un poco de personalidad en la vieja fórmula para obtener alguna dosis de reconocimiento momentáneo. Lo impresionante de Elvis —más joven que ellos, más viejo interiormente que los punks— es que luce algo indescriptible. Se le presiente uno de los pocos. No es invento de la maquinaria ni una voz secreta que se transmite por ósmosis en la información. Tiene una percepción tan propia como desconcertante y la cuelga de dos perchas que se sostienen mutuamente: él mismo y sus canciones. Difícil desprenderlo de su personaje l'elarito que se las trae"); más aún, ignorar el fondo melancólico de su ironía y cinismo, esa mala leche que carga hasta en sus baladas más vulgares. No sé por qué pienso en Mistery Dance, en Romeo diciéndole a Julieta: "Métela de nuevo/ que quiero más todavía".

Lo que termina de sacarme de mí y me hace rabiar de éxtasis ese domingo es el venenito que Elvis tiene reservado para la Escena Londinense, que en ese momento ya tiene la boca lista para inflarlo de acuerdo a las prácticas habituales del preservativo: "usalo y tíralo". Su corte de manga es irse pocos días después a Estados Unidos — ya van tres meses de ausencia. Es increible constatar cómo su nombre crece entre tanto en todas las dimensiones posibles y a través de todos los medios. No se trata de una maniobra comercial de marketing —retirar un producto de circulación por algún tiempo para re-lanzar-lo más caro. Al contrario, parece un operativo meticuloso que, ciudad por ciudad de ese interminable semillero de rockadictos que es América (ni falta hace decir del Norte) va materializando una frasecita que se le atribuye a él, no al Coronel Riviera ni a Priscilla Lowe: "Quiero dominar el mundo o nada". Entonces

UN COMIENZO DEL TODO

Podría ser que Elvis no se considerara un artista. Ni siquiera un cantautor. Esas son consideraciones "cubre-cama". Quiere ser un "irritante". Alguien no activamente destructivo sino des-orientador. Alguien que quiebra la idea lineal de la vida: lo que se espera del programa vida. La crema del rock-biz no cree que no le interese en absoluto ser miembro de su clan, uno de ellos. En su momento, todos han dicho más o menos lo mismo: "Me cago en entrar al Roxy con Linda Ronstadt del brazo" o el "la gente me persigue" de Phil Spector.

A nivel conciente, Elvis parece (aún) no tener manifiestos pre-estudiados para consumo de la prensa. Más bien, solidifica su mística apartándose de ella, negándose a hablar de sus pasados (perfecto e imperfecto). Aprovecha todos espacio para disparar insultos sobre los mogoles del ambiente.

Ahora viene la perla, el eslabón perdido entre el chico de anteojos de 23 años y el vagón generácional. En Agosto del 75, cuando







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Vibraciones, No. 48, September 1978


Juan Carlos Kreimer profiles Elvis Costello.

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