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Elvis Costello es un artista al que la música le obsesiona hasta límites insospechados.
El pasado verano, poco antes de que el cantante tuviera que bajar el ritmo y cancelar algunas actuaciones por culpa de un tumor maligno, Declan Patrick MacManus se paseó por Madrid con su banda The Imposters, para ofrecer un eléctrico concierto en las Noches del Botánico. En esa ocasión, y pese a que la voz de Costello se encontraba un tanto mermada por la enfermedad, el capitalino dio muestras de la importancia de su enorme legado de notas y estribillos; y aportó pistas a los asistentes, sobre algunos de los cortes que ahora conforman el cuerpo de su trigésimo álbum de estudio: Look Now (Concord Records).
Desde la concepción del título (el cual recuerda en sentido afirmativo al célebre relato de Daphne du Maurier, nominado Don’t Look Now), el CD parece convertirse en una declaración de intenciones mediada por el talento de su autor, el cual no duda en recuperar la esencia de sus canciones más clásicas y admiradas.
Genios y amigos del tipo de Carole King (con la que comparte los pentagramas de Burnt Sugar Is So Bitter) y del icónico Burt Bucharach (con el que el inglés defiende la hondura pop de Don’t Look Now, Photographs Can Lie y He’s Given Me Things) acompañan a Costello en esta aventura plena de momentos inspirados, en los que la voz de este seguidor del Liverpool F.C. ejerce el heroico papel de un figurado trovador con muchas historias que entonar.
ELVIS COSTELLO SE DEJA LA PIEL
El lustro mediado entre el esperanzador Wise Up Ghost y el actual Look Now ha contribuido a recibir las nuevas composiciones del londinense como una especie de savia innovadora, que revierte su calidad en el pretérito más impactante dentro de su extensa carrera.
Al escuchar la docena de cortes que alimentan el trigésimo trabajo de Costello, parece como si la máquina sonora del tiempo trasladara al oyente a los paisajes exuberantes de So Like Candy; o al universo excesivo e ilustrativo de London’s Brilliant Parade (probablemente, una de las mejores líricas dedicadas a versificar la atmósfera de la urbe del Támesis).
Track a track, MacManus deja constancia de su cadencia bohemia; en cada una de las frases que lubrican este rompecabezas sifónico esculpido a base de surcos, y que contribuyen a vestir con su perfeccionismo instrumental Steve Nieve, Pete Thomas y Davey Faragher: los componentes de The Imposters.
Bajo las coordenadas reseñadas, EC fortalece su estilo; centrado en un pop aéreo y de ritmo cadencioso, como si estuviera sometido a los rigores de una sala de fiestas de clásicos acordes, donde la mente es capaz de imaginar decorados únicamente esbozados por las palabras rotas del isleño.
Temas de la belleza diamantina de Don’t Look Now y He’s Given Me Things se dan la mano con declaraciones de inmensidades enriquecedoras (Suspect My Tears), o con baladas de tonalidades épicas y nostálgicas (I Let The Sun Go Down).
En definitiva, un recorrido de enérgicos trazos musicales; en el que no falta si quiera la aportación cinematográfica del hombre que hizo más inmortal -si cabe- el tema She, de Charles Aznavour, al versionarlo para la banda sonora de la película Notting Hill. En este caso, don Elvis hace algo parecido con una composición suya, pensada exclusivamente para la cinta Las estrellas de cine no mueren en Liverpool; y cuyo título es el de You Shouldn’t Look At Me That Way.
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