Elvis Costello cumplió 67 años el pasado 25 de agosto. Ahora llega su 32º álbum de estudio, “The Boy Named If”. Para alguien que allá por 2010, cuando sacó “National Ransom”, iba diciendo que dejaría de grabar discos, no parece un mal ritmo. Como si hubiese reaccionado al ver que ese tren que lleva en sus vagones tus últimos ¿diez, quince, veinte? años de vida viene bajando por la vía y se le echa encima. Y es gracias a esa reacción que podemos comprobar que en 2022 Costello aún es capaz a estas alturas de su carrera (en marzo hará cuarenta y cinco años que empezó a publicar) de firmar una colección de canciones que puede mirar a los ojos a la música de “This Year's Model” (1977) y a las letras de “Armed Forces” (1979) o “Punch The Clock” (1983). Es otra demostración de que, en esta era donde el soniquete musical no para de repetirnos aquello de juventud divino tesoro, hay algunos veteranos haciendo su trabajo tan bien o incluso mejor que cuando, años ha, se supone que parieron sus clásicos inmarcesibles. Artistas que, en su lucha contra el envejecimiento y lo que conlleva, han pulido su oficio para ser más honestos consigo mismos y, si hace falta, también con sus debilidades.
En ese sentido, en este álbum Elvis defiende y despliega esa actitud vestido de trovador maduro cuya electricidad no envejece. De alguien experto refrescando sus atavismos. Lo hace partiendo de un personaje llamado “If”, protagonista de la canción titular, que según ha explicado es nuestro yo más secreto, el que sabe todo lo que negamos y escondemos, ese al que siempre le echamos la culpa de las vajillas y los corazones que hemos roto (el nuestro incluido), ese al que llega un momento, cuando te dicen que dejes de actuar como un niño, al que no deberíamos recurrir como inocente chivo expiatorio, si bien, como ha recordado Costello, la mayoría de los hombres (y quizá algunas mujeres) no dejaremos de hacerlo durante los siguientes cincuenta años. Alrededor de eso y durante doce canciones más (a las que podríamos llamar cuentos, apelando al subtítulo del disco: “And Other Children’s Stories”) asistimos a un despliegue del británico verdaderamente notable: apasionado, urgente e inmediato, a ratos hasta inclemente y descarnado, todo él muy bien cantado –en la parte agria, pero también en las dos baladas dulces, “My Most Beatiful Mistake” y “Mr. Crescent”, esta con Nicole Atkins, o al ponerse crooner en “Trick Out The Truth”– y muy bien tocado, con The Imposters luciéndose tal que unos The Attractions. Ha merecido la pena.
|